Trabajo Rural
Difundimos este comunicado,entendiendo que en medios televisivos el ministro Tomada expreso tomar cartas en el asunto,resposabilizando el tambien el accionar complice de los gremios que regulan la actividad del trabajador rural.Es por esto que desde lo ocurrido en Formosa desde nuestra humilde entidad,instamos a la militancia a estar,del lado de los mas debiles,mas en el interior,donde se instalan feudos muchas veces entramados con los poderes provinviales.Gracias a los companeros que nos han enviado el mismo para su difusion.
En una acción encubierta de despidos masivos y, como represalia a denuncias públicas a través de medios nacionales (Página 12), trabajadores rurales temporarios, originarios de Atamisqui (Santiago del Estero) están siendo reenviados en estos momentos a sus casas desde los campos donde debían realizar las actividades de desflore o desflorada de maíz, entre otras cosechas, por parte de empresas agrícolas. Con el propósito de hacer desaparecer toda huella de explotación laboral se están desmantelando casillas y reenviando a la gente de campos situados en la provincia de Santa Fe donde podría llegar a realizarse alguna inspección.
Esta situación esta generando problemas graves ya que son numerosos trabajadores que quedan sin el único ingreso monetario anual que les posibilita sobrevivir a lo largo del año hasta la próxima campaña; a la vez que promueve tensión y conflicto entre trabajadores ya que las empresas les dan a entender que esto esta pasando porque otros, en Atamisqui, se atrevieron a denunciar las formas inhumanas de explotación a que son sometidos. Esta práctica de castigo a la falta de sumisión es una extensión de otras formas perversas, ya denunciadas, tales como el “puntaje por rendimiento y buen comportamiento” que estas empresas utilizan para evitar cualquier forma de solidaridad interna y organización gremial de los trabajadores en los campos de trabajo.
Para las empresas es necesario que estos trabajadores, ubicados en la parte más baja de la pirámide, con los más bajos ingresos y la más alta vulnerabilidad laboral, “aprendan que el hilo se corta por lo más delgado” y su atrevimiento de denunciar a una patronal que nunca vieron tenga un “escarmiento ejemplar” que sirva al resto. La denuncia de las condiciones de explotación realizada por trabajadores atamisqueños es tomada por estos empresarios como una “insolencia” comparada a la del perro (que de tanto recibir patadas) un día mordió la mano de su amo.
Estos trabajadores rurales, que hoy están siendo reenviados a sus casas, “liberados” por sus captores antes de que aparezcan como rescatados por la justicia o la administración estatal, están viviendo la angustia de quien regresa a su hogar sin nada para numerosas familias que aguardaban este magro ingreso monetario que servía para acceder a un consumo mínimo de subsistencia. No se trata de los trabajadores rescatados y visibilizados por la cobertura solidaria de algunos medios nacionales; se trata de cientos, miles de anónimos invisibles que sienten que están pagando caro por haberse rebelado con la palabra contra un sistema que históricamente lo explota y oprime.
Hoy son regresados a Atamisqui, uno de los departamentos con mayores índices de pobreza y de injusticia social. Donde cientos de familias vieron morir sus animales luego de cuatro meses sin agua, ni siquiera para consumo humano, porque el agua era derivada por funcionarios de la Administración Provincial de Recursos Hídricos a los campos de estos mismos empresarios, inversores, que llegaron a Atamisqui a “traer el progreso”.
Ahora es necesaria la intervención del Estado nacional: estos trabajadores deben ser censados en su lugar de origen (Atamisqui) y garantizarles un ingreso que les permita la subsistencia del grupo familiar mientras se avanza en la resolución de las causas estructurales de la explotación. Que sientan el orgullo de haber denunciado el sometimiento de sus compañeros y no la sensación de culpa que se pretende hacerles sentir por verlos volver.
Es el mismo sistema vinculado al mundo de los agronegocios, de empresas transnacionales y socios (empresarios y políticos) locales, que en su irracional afán de lucro desaloja a comunidades campesinas e indígenas (de donde proviene el mayor número de trabajadores rurales) de sus tierras para convertirlos en mano de obra esclava; arrasa con bosques nativos en el argumento de expandir la frontera agropecuaria y generar inversión; se apropia de los recursos naturales y de la vida de las personas, a los que explota por igual.
Reinaldo Ledesma
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